¿Hacia dónde va el cine asiático? Convertido en una moda como otra cualquiera, es dificil ubicarse con respecto a él, difícil ser un Festival consagrado al mismo, difícil incluso hablar de él sin caer en innumerables trampas, en las que son tan peligrosos los amigos como los enemigos... Bien, Roberto Alcover Oti, a través de su crónica de éste Festival reflexiona sobre ello y nos acerca al último cine asiático de autor (o aspirantes).

En "Los tiempos hipermodernos", el sociólogo Gilles Lipovetsky perpetúa en clave aún más desoladora las tesis que ha esgrimido a lo largo de toda su carrera, desarrollando una serie de estiletes ideológicos que ahondan de nuevo en la noción (siempre tan peligrosa) del posmodernisno, Así, "Los tiempos hipermodernos" deben entenderse como un anexo, más radical si cabe, a lo expuesto en otros escritos tan básicos como "El crepúsculo del deber", "La era del vacío", o "El lujo eterno", una ruda deconstrucción de los cimientos sobre los que se sustentan las sociedades occidentales modernas, desgranando los débiles principios morales que rigen nuestro placentero modo de vida. Sus rotundos axiomas sociológicos se revelan muy precisos al ser interpretados bajo el prisma de la nueva cinefilia, que como bien afirmaba Ángel Quintana en su excepcional texto en Dirigido por (nº 345), prefiere poseer antes que ver, o lo que es lo mismo, tener antes que ser; una cinefilia individualista –consumo propio- dentro de su socialismo –intercambio masivo de cultura vía Internet-, y que ha terminado cosificando la cultura, degradándola a la categoría de objeto de coleccionista, reduciendo su placer intelectual al placer material, y engendrando en definitiva, una mascarada social.

Esta farsa recorre los más variados territorios y ataca a todo tipo de manifestaciones culturales, en ocasiones encubierta bajo el manto de corrientes más o menos minoritarias. La moda del cine asiático no es, por tanto, ajena a esta tendencia, y el BAFF ya bordea peligrosamente tal situación, ejemplificada a través unos síntomas que se observan evidentes. Y es que pese a que su creación se debió en gran medida a la voluntad de un grupo de "locos" -100.000 Retinas- por hacernos partícipes de un movimiento que debía ser contemplado, la sombra del acomodo planea peligrosamente sobre las salas que recogen los nuevos frutos orientales. No estamos pues declamando que ya "¡no tenemos la exclusiva del cine asiático!", como se ha apresurado a señalar algún versado en la materia, sino constatando el tenue proceso de ensimismamiento, también fomentado por un público condescendiente que, a la manera de aquello que proclama Lipovetsky en "El imperio de lo efímero", ha hecho suyo el cine asiático como etiqueta social, como objeto de moda. Solo así puede entenderse la indulgencia con que se trata a ciertas producciones, o la elección del Premio del Público para Getting Home (Luo ye gui gen. Zhang Yang, 2007), conservadorísima película que mancilla la enérgica labor de denuncia por parte cineastas como Li Yang, Wang Chao, Lou Ye, Wang Bing, Jia Zhang-ke, o Yang Chao. El "efecto kimono" que acuñó hace ya unos años Antonio Weinrichter sigue vigente y en plena forma.

Pero alguien comentó en una ocasión que "quien no se renueva desde el éxito, está condenado a la decadencia", y el BAFF debería comenzar a reformularse algunas cuestiones si realmente quiere mantenerse en la brecha, una brecha que al menos a nivel de público no parece rasgarse demasiado, a raíz del grandísimo éxito popular de este año, algo por lo que evidentemente hemos de felicitar a los chicos de 100.000 Retinas. Sin embargo, a nivel cinematográfico, la novena edición ha soportado su interés en base a los cuatro mamuts asiáticos –que dirían nuestros compañeros de la revista El Amante- y a la extraordinaria retrospectiva de cine chino, mientras que ha destacado de forma negativa la ausencia de segundas espadas en la lucha por el podio de la cinefilia panasiática, más allá de efímeros destellos de esperanza. En cierto modo, la política a la hora de seleccionar los diferentes largometrajes no solo no ha variado con respecto a la edición anterior, sino que ha apostado por un continuismo (¿radicalismo?) que deviene en autarquía, proyectando una sensación de estancamiento al evitar que otros géneros, otras propuestas, insuflen aire fresco al resto de la programación. Este año se ha intentado mirar hacia Corea en la búsqueda de nuevos referentes fílmicos, y Corea no ha respondido como se esperaba ante el envite. Ante la extraña situación de Japón y la irregularidad del mercado hongkonés, han sido las nuevas cinematografías emergentes (Malasia, Filipinas, Indonesia) quienes han aportado algo de oxígeno, mientras que China se reafirma como un valor seguro con el que siempre se puede contar para dar forma a una sección.

La búsqueda, o una narración en entredicho

Si tuviéramos que definir en una palabra la novena edición del BAFF, esa palabra sería la de búsqueda, una búsqueda, aquí acotada a un mercado específico, pero que se advierte global dentro de las (lentas) mutaciones que está sufriendo el hecho cinematográfico, que ya no sólo se asientan en los márgenes del sistema sino que comienzan a aparecer tímidamente en productos con vitola comercial –y ahí tenemos los casos de Corrupción en Miami (Miami Vice. Michael Mann, 2006), Zodiac (David Fincher, 2007), o La dalia negra (The Black Dahlia. Brian de Palma, 2006)-. De este modo, en ese proceso continuista que ha marcado este BAFF se advierte, pese a su medroso fracaso, una voluntad por seguir investigando más allá de los cánones de la narración preestablecida, dentro de un marco contemporáneo donde la narración se está viendo sacudida por otro tipo de fuerzas que la ponen en cuestión, o al menos que dudan sobre su hegemonía. Y decimos fracaso cuando podría hablarse también de esfuerzo con pocos frutos, ya que no en vano, el futuro tiende a construirse sobre los errores/esfuerzos del presente.

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