La
contraposición de los peligros y la decadencia a los que está
sujeta la vida en las grandes ciudades frente a la calma y la sencillez
del campo; la consecución o el fracaso de los sueños
y ambiciones (y las dificultades que ello conlleva); la aceptación
del verdadero lugar al que ha sido destinada cada persona; la persistencia
de las tradiciones ante el inevitable proceso de modernización
de la sociedad… Sobre estas y otras cuestiones se construyen
dos de las más interesantes propuestas del nuevo cine tailandés:
Monrak Transistor (2001), el tercer trabajo de Pen-ek Ratanaruang,
y Mekhong Full Moon Party (2002), el debut en la dirección
de Jira Maligool, otro realizador procedente del mundo del videoclip
y de la publicidad. Monrak Transistor es una historia de
amor épica cuya estructura recuerda a La Odisea (incluso aparece
la figura del narrador): un inocente chico de campo, que desea dedicarse
a la canción, se ve obligado a abandonar a su joven esposa
para hacer el servicio militar. Una vez allí, en su afán
de alcanzar la fama como cantante, deserta para unirse a un grupo
musical, y comienza así un largo periplo que le llevará
a descubrir la cara más oscura de la sociedad tailandesa, mientras
su mujer espera impaciente su regreso. La película es, ante
todo, un sugerente y despreocupado musical dedicado al cantante pop
de los sesenta, Surapol Sombatcharoen, de quien coge prestadas varias
canciones. El tono festivo con el que se inicia la película
fluye poco o poco hacia el drama, tiñendo el relato de amargura.
Pero las alocadas escenas de humor y las canciones equilibran el film
evitando que derive hacia el melodrama, resultando una tragicomedia
de toques picarescos. Con Monrak Transistor, Ratanaruang
consigue su primera gran película y una de las cumbres de cine
tailandés moderno, afianzando su posición como el más
brillante de los directores ligados a la industria.
A
diferencia de Monrak Transistor, Mekhong Full Moon Party
es una comedia mucho más contenida, pero también más
constante, de un tono más afable a pesar de las situaciones
dramáticas, y en cierto modo, más esperanzadora. La
historia nos sumerge en uno de los mitos tailandeses más antiguos,
las bolas de fuego del Rey Naga, que emergen del río Mekhong
el mismo día cada año. Los Naga son las serpientes sagradas
de la mitología budista que habitan el río sagrado.
Los monjes budistas creen que el prodigio es obra de los dioses y
espíritus, mientras que lo científicos lo consideran
un fenómeno natural. Maligool se sirve de esta disputa para
contraponer costumbre y modernidad en la figura del joven protagonista,
y reflexionar sobre la pérdida de los valores tradicionales
que representa el Budismo, y sobre la fuerza que esta religión
suministra a la población; sobre el respeto a los mayores y
sobre la implantación de los avances tecnológicos y
las nuevas modas importadas de occidente en la vida rural. A pesar
de estar realizada bajo el amparo de una gran productora, el film
se aleja bastante de los grandilocuentes rasgos comerciales del cine
tailandés y se acerca más a la sencillez del cine independiente.
El regreso de los consagrados
La sensación de cierta prosperidad que recorre la industria
tailandesa ha permitido el regreso a la actividad cinematográfica,
de algunos reputados directores que realizaron su trabajo en décadas
anteriores, y que en los años de dominio de las películas
de adolescentes, habían pasado a la inactividad o se habían
visto forzados a adaptarse a los gustos del público. Sin embargo,
en muchos casos, los trabajos que realicen ya no tendrán la
frescura y el carácter combativo que les dio la fama. Los medios
que tienen ahora al alcance les conducen hacia pautas más comerciales
o en busca de grandes películas épicas de enorme presupuesto.
El primero en volver es Euthana Mukdasanit, autor de films como Butterfly
And Flowers (1986) o Sunset At Chaophaya
(1996). Con Youth Soldiers (2000), una historia sobre estudiantes
entrenados como soldados en la Segunda Guerra Mundial, intenta emular
a películas americanas recientes como Salvar Al Soldado
Ryan. Cherd Songsri alcanzó gran prestigio internacional
con The Scar (1979), The Two Worlds (1990) o House
Of The Peacock (1995), que le llevaron a ser considerado como
el director que mejor ha retratado la esencia del pueblo tailandés.
En 2001, dirige Behind The Painting, historia romántica
cercana al melodrama, sobre el amor imposible entre un joven y la
mujer casada de mayor edad a la que cuida.
Manop
Udomdej pasó a la inactividad tras realizar célebres
películas que radiografiaban los principales males de la sociedad
tailandesa, como The Acussation (1985), Once Is More
Than Enough (1987) o el documental On The Fringe Of The Society
(1981). Sus nuevos trabajos no se alejan demasiado de esas mismas
inquietudes y se mantiene fiel al cine de género, en este caso
el cine negro, con el que parece encontrarse muy a gusto. En 1999
presenta Beyond Forgivin' film de acción centrado
los bajos fondos tailandeses y en 2003, Macabre Case Of Prom Pi
Ram, que describe la investigación policial de un caso
de asesinato y violación de una mujer, y con la que ha recuperado
la forma y el éxito.
El caso más significativo es el del Príncipe Chatrichalerm
Yukol, el más respetado y prolífico de los directores
tailandeses de la nueva ola de los setenta. El autor de obras fundamentales
como I Don't Want To Be A Lieutenant (1974), Citizen
(1977), The Elephant Keeper (1987) o Song For Chao Phraya
(1990), regresa por todo lo alto con el film más caro y de
más largo rodaje realizado en Tailandia hasta la fecha, la
epopeya histórica Suriyothai (2001). Tras dos años
de producción, y financiada tanto por la familia Real, a la
cual pertenece el propio director, como por la industria del cine,
se consolida como la película más taquillera de la historia
del país, incluyendo cine americano. Chatri recrea con preciosismo
(especialmente los interiores) y espectacularidad la historia de la
legendaria reina Suriyothai, uno de los grandes héroes nacionales
de mediados del siglo XVI, que murió luchando contra la invasión
birmana. Más
allá de las grandiosas batallas con miles de extras, el film
se centra especialmente en las intrigas palaciegas y en los crímenes
políticos para usurpar el poder del reino. En 2003 ha dirigido
Last Love, remake de su propia película de 1974.
Bhandit Ritthakol, que había realizado series para la televisión
a principios de la década, en pleno apogeo de las películas
de adolescentes, realiza Satang (2000) ambientada en la depresión
económica tras la Segunda Guerra Mundial y que funciona a la
vez, como sátira sobre la situación actual del país
tras la crisis del 97. Al año siguiente rueda la sorprendente
The Moonhunter, reconstrucción histórica de
gran realismo, del violento conflicto surgido a raíz de los
disturbios del 14 de Octubre de 1973, fecha del levantamiento estudiantil
contra la dictadura. Siguiendo la autobiografía de uno de los
líderes de la revuelta, describe paralelamente los avatares
de la guerrilla comunista tailandesa en los años posteriores,
su relación con China y los Jemeres Rojos durante la invasión
vietnamita, las guerras internas de poder, la pérdida de los
ideales… Ambos films revelan cierto compromiso por explorar
el pasado reciente de su país, sin embargo, con Tigress
Of King River (2002) o In The Name Of The Godfather
(2003) parece haber terminado por rendirse ante el cine más
comercial.