El Festival de Cine Asiático de Barcelona se ha convertido, a través de sus siete ediciones, en una de las convocatorias más interesantes a nivel nacional para los amantes del cine asiático o, simplemente, del cine. A través de sus crónicas Roberto Alcover nos ofrece un panorama del festival y del cine que se pudo ver allí, de Jia Zhang-ke a Kore-Eda, pasando por Hou Hsiao-Hsien, y muchos otros. Una cita ineludible con el cine oriental más actual. Habrán más.

 

Comenzó el BAFF. Finalmente ayer a las 20.15 aproximadamente se abrían las puertas del Club Capitol para dar inicio a la 7ª edición del Festival de Cine Asiático de Barcelona, con un cartel, a priori, sumamente apasionante. Como espectador común, no sabría hasta que punto se cumplieron las expectativas con respecto al estreno, pero tras observar ayer como unas cuantas personas se paseaban a lo largo de una extensísima cola pidiendo entradas para la inauguración, no tengo dudas que los organizadores deben andar dando saltos de alegría.

Con el teatro a tope de asistentes, y tras un video de presentación del Festival (con una ovación para los organizadores, 100.000 retinas), comenzó la película. Una apuesta ganadora para abrir boca: "Nadie Sabe", del japonés Hirokazu Kore-eda, autor hasta el momento limitado a un número muy reducido de paladares.

Cuatro niños menores de edad, hermanos de madre, son abandonados a su suerte por ésta en un pequeño apartamento de Tokio. Los hermanos, que jamás habían acudido a la escuela, deben sobrevivir durante un largo período de tiempo en soledad, ya que ni siquiera los vecinos conocían de su existencia. Kore-eda se basa en un hecho real, ocurrido a finales de los 80 y que conmocionó a la opinión pública japonesa.

A pesar de que pueda parecer una empresa fácil, dada la rápida empatía que la audiencia suele establecer con las películas protagonizadas por niños, la construcción de "Nadie Sabe" es complicada. Y es que dado el tema que maneja, lo más sencillo sería una historia sensiblera, de pañuelo fácil y de búsqueda constante de una culpabilidad en el seno de la sociedad. Afortunadamente Kore-eda se aleja de estos tópicos para presentarnos un film duro, sin concesiones de melodrama barato, donde el propio director demuestra una excepcional maestría a la hora de retratar con un realismo inusual en la actualidad, el mundo infantil. "Nadie Sabe" es la perfecta recreación de ese microcosmos que los niños construyen para alejarse de un mundo exterior amenazante. No importa la precariedad o los infortunios, ya que ellos saben crear su espacio y construir una barrera que los aísle y les permita convivir en armonía con ellos mismos. Todos los problemas son vividos desde una óptica de supervivencia natural que solo va desapareciendo a medida que la madurez física y mental va tomando cuerpo.

El realizador japonés no abandona las constantes de su cine, criado al amparo del género documental, y filma con sensibilidad y ternura las vidas de los hermanos, a través de una cadenciosa sucesión de imágenes, que respetan el espíritu de lo que desea contar. Resulta magistral su manera de rodar las secuencias en el interior de ese minúsculo apartamento, plagadas de primeros planos y de encuadres incomodísimos, obligado por la propia pequeñez del lugar, donde ni siquiera tiene cabida la cámara. El realismo con que impregna sus imágenes es ya habitual en su cine, haciendo uso de la cámara en mano y de una fotografía hiperrealista. Incluso se permite el lujo de añadir un "score" musical de acompañamiento, apenas imperceptible para el espectador.

Tampoco me quiero extender en las felicitaciones hacia los protagonistas, unos maravillosos niños encabezados por su guía en la ficción, el hermano mayor Akira (Yagira Yuya), que se debate de manera perfecta entre el cuidado a sus congéneres y su mentalidad infantil. La extraordinaria actuación de estos niños se ha visto ayudada por el sistema de rodaje del director, que se extendió durante un año entero para captar el desarrollo (tanto mental como psicológico) de sus protagonistas, así como del montaje, que se produjo de manera paralela a la filmación.

Otro de los aspectos más comprometidos de este film es la práctica ausencia de culpables de la situación de los niños. Kore-eda jamás juzga, presentando una situación y permitiendo que sea el público quien diga la última palabra. Obviamente algo no funciona en una sociedad tan desarrollada como Japón, aparentemente de carácter colectivo pero retratada en la película como distante y preocupada por sí misma. De la misma manera, se hace patente el estado disruptivo entre la infancia o la adolescencia (representado en la película por la colegiala Auki) y el mundo adulto, un tema recurrente en la actual cinematografía japonesa.

"Nadie Sabe" se consolida como una de las mejores citas cinematográficas del año, un retrato de la cotidianeidad infantil y un retal de la vida en general. Es la apuesta por la vida de un realizador que hasta el momento se había mostrado más preocupado por la muerte y por los mecanismos de la memoria. Obra maestra.

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