Be with me Green mind, metal bats Grain in ear

Be with me (id. Eric Khoo, 2005) pasa por ser incomprensiblemente uno de los films más hinchados por crítica y público. El segundo largometraje que llega procedente de la apartada Singapur explora una temática que dada su reincidencia ha terminado por definir la 8ª Edición del BAFF: la soledad, la incomunicación, el desarraigo emocional, la carencia de relaciones afectivas, la frialdad de las grandes urbes, conceptos que empapan a obras como Reflections (Ai li si de jin zi. Hung-i Yao, 2005), The Forsaken Land (Sulanga enu pinisa. Vimukthi Jayasundara, 2005), o This charming girl (Yeoja, Jeong-hae. Lee Yoon-ki, 2004), entre otras. Be with me se acerca a estos temas a través de tres historias de seres que pululan en busca de una estabilidad existencial, con el amor del otro como meta inalcanzable que se aleja paulatinamente. Un anciano viudo que no ha conseguido superar la muerte de su esposa, una joven despechada ante los escarceos amorosos de su pareja, y un guardia de seguridad enamorado secretamente de una guapa ejecutiva conforman este drama coral con el nexo en común de la biografía real de Theresa Chan, una sexagenaria ciega y sorda desde la infancia, cuya vitalidad y arrojo contrasta con la imposibilidad del resto de protagonistas por definir sus objetivos.

Si bien Be with me es un trabajo muy superior a muchas mediocridades que se estrenan en las salas comerciales, también es un largometraje al que se le ve venir. Su intento por gustar, en una explotación a menudo exótica de su procedencia, hace que sus costuras estén bien visibles. El incómodo y petulante subrayado musical, la manía por desatascar la narración con planos generales que buscan ese pretendido instante de cavilación trascendente o el forzado mutismo de algunas situaciones, son aspectos que perjudican al naturalismo de las imágenes, transformando a la película en un bonito jarrón de diseño. Esta leve impostura resulta toda una paradoja ante el perfecto planteamiento de la historia de Theresa, descarnada, despojada, sin artificios, pero que sin embargo -y por una mera sintaxis fílmica- actúa como contrapunto moralista frente a las penurias del resto de personajes.

Green mind, metal bats (Seisyun hinkuzo batto. Kazuyoshi Kumakiri, 2006) es una de esas películas que difícilmente serían premiadas en un festival como el BAFF. Y es que en ocasiones es difícil que un jurado se decante por un trabajo con una apariencia freak tan marcada, y cuya reflexión no se solapa tras largos planos-secuencia o silencios metafísicos, sino tras un puñado de outsiders que esconden sus infelicidades mediante largas horas practicando con un bate de béisbol para conseguir el golpe perfecto. Éste es al menos el pasatiempo habitual de Namba, un dependiente de supermercado retraído cuyo choque fortuito con Eiko -una alcohólica y desinhibida mujer-, derivará en su reencuentro con Ishioka, un policía frustrado y de carácter flemático cuya lesión en el hombro le privó de su carrera como beisbolero.

Kazuyoshi Kumakiri, director de la inclasificable Kichiku (1998), nos brinda un film kamikaze en toda regla, una bomba cinematográfica cuyo envoltorio gamberro o el ácido humor negro que desprende no esconden su carácter destroyer, el retrato nihilista de un grupo de perdedores que vagan de forma errática por una sociedad alineada, de igual manera que se representa en Bashing (Masahiro Kobayashi, 2005). ¿O acaso no puede considerarse a Eiko una salary-man en formato femenino, cuya patológica adicción a la bebida permite liberarla de los dogmas de la rígida sociedad nipona? Green mind, metal bats termina escondiendo así un sustrato extrañamente reflexivo tras su fachada de comedia irónica y divertimento pasajero.

Posiblemente fuera Grain in ear (Mang zhong. Zhang Lu, 2005) -a la postre ganadora del Durián de Oro a la Mejor Película- el largometraje más importante presentado a concurso. Su realizador, Zhang Lu se coloca desde ya como uno de los cineastas a seguir dentro de la prolífica Sexta Generación China, y lo hace desde unos postulados estéticos en las antípodas de nombres ya consagrados como Jia Zhang-ke, Wang Chao, o Wang Xiaoshuai, ya que a diferencia del realismo casi documental de algunos de ellos, Zhang Lu destaca por la minuciosa composición de plano y por el elaborado uso de la metáfora visual.

Tildar a Grain in ear de autobiográfica sería muy arriesgado, pero sin duda hay mucho de personal en cuanto a la procedencia de su firmante –un chino de origen coreano- y a lo que nos cuenta: la apática cotidianeidad de una mujer china de ascendencia coreana junto a su hijo pequeño, y las durísimas condiciones a las que debe enfrentarse para sobrevivir. Cui -cuyo marido está preso por matar a otro hombre- se asemeja parcialmente a las heroínas costumbristas de Zhang Yimou en su lucha diaria por sacar a su hijo adelante, pero su gesto denota un cansancio de quien ha nadado toda su vida contracorriente. Zhang Lu nos presenta una sociedad hipócrita, machista, xenófoba, una China en un estado de descomposición moral, y lo hace mediante una historia de una profunda dramaturgia pero a la vez seca, vacía de complacencias afectivas. Un extraordinario trabajo de puesta en escena a través de planos generales estáticos que ahogan a sus personajes, y donde curiosamente evita de manera coherente el uso del fuera de campo, con el propósito de retratar el encierro psicológico y la sensación de vigilancia en la que conviven. Brillante en sacar partido de una mínima economía narrativa y en la capacidad de sugerir gracias a una limitadísima cantidad de recursos expresivos, Grain in ear es un film-monumento, una obra maestra cuyo desgarrador final -que incluye el único movimiento de cámara de toda la película- es de tal hondura emocional que vale más que toda la producción cinematográfica española del pasado año.

 

Domingo, 7 de mayo

«El jurado de la Sección Oficial formado por la actriz Konkona Sen Sharma, el artista Carles Congost, el director de cine David Trueba, el director del San Francisco Asian American Film Festival Chui-hui Yang y el crítico cinematográfico Sergi Sánchez ha decidido unánimemente otorgar el premio Durián de Oro, cortesía de Casa Asia y dotado con 6.000 euros, a la película Grain in Ear (Mang zhong) de Zhang Lu por su especial composición visual, su economía narrativa y el impacto de su desnudez emocional. El jurado también otorga una mención especial a la película It’s only Talk (Yawarakai seikatsu), de Ryuichi Hiroki por la riqueza en la construcción de sus personajes. El jurado del premio D-Cinema formado por la directora Lydia Zimmermann, la fotógrafa Leila Méndez y el programador cultural Isaac Monclús ha otorgado el premio D-Cinema, concedido por PSP™ (PlayStation®Portable) y dotado con 3.000 euros , al documental Dear Pyongyang de Yang Yonghi por la inmediatez y sinceridad con la que nos introduce en la realidad de una familia escindida por la historia y por hacer de un conflicto universal un retrato personal e intimista. El premio del público ha recaído en la película It’s only Talk (Yawarakai seikatsu), de Ryuichi Hiroki.» BAFF